Tanto la Federación Internacional de Balonmano como la europea ya han regulado la utilización de los pulsadores electrónicos para gestionar los ‘time-outs’ de equipo. Este sistema facilita la inmediatez y la interconectividad.
En los partidos de balonmano, los tiempos muertos (o time-outs) de equipo se suelen utilizar durante los partidos como una parada estratégica del tiempo de juego. Tradicionalmente, estos tiempos muertos de equipo se solicitan utilizando una tarjeta verde que el entrenador coloca sobre la mesa de control, delante del cronometrador, y solo los pueden solicitar si su equipo se encuentra en posesión del balón. Estos time-outs se conceden inmediatamente siempre y cuando el equipo no pierda el balón antes de que el cronometrador haya tenido tiempo de pitar. Acto seguido, los árbitros confirman ese tiempo muerto, el cronometrador empieza a controlar en un reloj aparte la duración del mismo y, después de 50 segundos, hace sonar una señal acústica indicando que el juego debe ser reanudado en 10 segundos. Se puede pedir un total de tres tiempos muertos durante cada partido, pero el momento de su solicitud también está regulado y es sancionable si se realiza equivocadamente.
Este es el sistema tradicional, pero el balonmano no es -ni mucho menos- un deporte ajeno a los avances tecnológicos. Los pulsadores electrónicos de tiempo muerto de equipo han llegado para sustituir a las tarjetas verdes y son una novedad relativamente reciente, pero con proyección de consolidarse a todos los niveles. Sus ventajas frente a las cartulinas tradicionales son múltiples: lo pulsa directamente el entrenador -descargando de responsabilidad a los oficiales de mesa de tener que estar al tanto del mismo instante en el que se quiere solicitar un time-out - y se sincronizan con bocinas y señales lumínicas. Con los pulsadores, el proceso de solicitud de tiempo muerto de equipo es más ágil (se elimina la necesidad de intervención humana por parte de la mesa y los árbitros) y tecnológico, ya que estos dispositivos se pueden sincronizar con el resto de la electrónica del pabellón. Además, son más precisos y con ellos se evitan retrasos o malentendidos.
Estos pulsadores se suelen situar a la altura de la cadera sobre una estructura con forma de columna y cada equipo cuenta con el suyo propio a cada lado de la mesa. Cuando un entrenador los pulsa, inmediatamente se detiene el tiempo del marcador, suena una bocina de inicio del tiempo muerto de equipo (comenzando simultáneamente la cuenta atrás) y, 10 segundos antes de que se acabe el minuto, vuelve a sonar la bocina, que vuelve a escucharse una vez más al cumplirse el minuto de tiempo. El sistema está sincronizado con el cronometraje del partido, pero sus posibilidades van mucho más allá: por ejemplo, desde los videomarcadores del pabellón también se podría seguir la cuenta atrás.
La posibilidad de utilizar estos pulsadores electrónicos en lugar de las tarjetas verdes es una cuestión que ya la han regulado tanto la Federación Internacional de Balonmano (IHF) como la Federación Europea de Balonmano (EHF). La primera vez que se utilizó este sistema en un torneo de primer nivel fue en 2018, durante la Final Four femenina de la EHF disputada ese año en Budapest. Desde entonces, se emplea en muchas competiciones de élite y su grado de implantación confirma que ha llegado para quedarse: en la reunión de la Comisión de Competiciones de la EHF celebrada el pasado mes de marzo se expuso que el 95% de los equipos masculinos y femeninos que participan en la Champions League y en la Liga Europea ya utilizan el pulsador. “La temporada 23/24 fue la primera en la que se implementó y se consideró de prueba para que todos los clubes implicados lo utilizaran. Desde la temporada 24/25 se impondrán sanciones en caso de no utilizarse”, apuntaba el memorando.
¿Y en España? La primera aparición de los pulsadores en una competición oficial fue en junio de 2022, durante la celebración de la 32ª Copa Sacyr Asobal en el Pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza. Desde entonces, esta tecnología se sigue implantando en cada vez más pabellones y pronto formará parte de la cotidianidad en cualquier partido de balonmano.